lunes, 8 de diciembre de 2008

A los pies de Cristo



En el evangelio de San Lucas, capítulo 7: 36-50, se hace referencia a una situación vivida por Jesús, él fue invitado por un fariseo llamado Simón y cuando estaba sentado a la mesa, una mujer "de la ciudad, que era pecadora", irrumpió en aquella casa y acercándose a Jesús, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el carísimo perfume de alabastro que había llevado especialmente con ese propósito. Este acontecimiento ocurrió en un contexto muy interesante, Jesús ya era muy famoso cuando Simón le invita a su casa. Simón era un fariseo y probablemente había invitado a Jesús por curiosidad, o tal vez para buscar alguna razón para después acusarle, los fariseos odiaban de manera irracional a Jesús, deseaban desaparecerlo es decir, matarlo. Herodes había mandado a decapitar a Juan el bautista y sentía temor por la creciente fama de Jesús.

Simón el fariseo, cuando vió que la mujer lloraba a los pies de jesús, pensó: "Si ESTE fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora", Jesús, el Hijo de Dios, por tanto Dios, en su omniciencia (conocedor de los pensamientos del hombre) le dijo claramente a Simón el fariseo que éste había dejado de hacer 3 cosas respecto a Jesús a quien mínimamente debían reconocer como profeta por la cantidad de obras maravillosas que estaba haciendo.

Esas 3 cosas eran: A) "Entré a tu casa no me diste agua para mis pies" (señal de bienvenida), " no me diste beso" (señal de aprecio), "no ungiste mi cabeza con aceite" (señal de consideración), Jesús enseña a Simón usando una parábola: Un acreedor tenía dos deudores, uno le debía 500 denarios y el otro 50, no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Y luego le hizo una pregunta: Dí pues, ¿cuál de ellos le amará más?, la respuesta fue lógica, aquél a quien perdonó más. Suficiente para que Jesús le dijera a la mujer: Tus pecados te son perdonados, ante el asombro y perplejidad de los otros fariseos que dijeron: ¿Quién es este que también perdona pecados?, sin tomar en cuenta sus murmuraciones, Jesús prosiguió diciéndole a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz. Tu fe en que Cristo es el Mesías a quien debes honrar, por quien no temiste ingresar a la casa de un fariseo, sabiendo que podría haber enviado a sus criados para echarte, tu fe en quien había resucitado al hijo de una viuda, tu fe en quien había resucitado a la hija de Jairo, en quien había multiplicado los panes, había liberado al gadareno, había sanado a la mujer del flujo de sangre y le había dicho lo mismo: Hija tu fe te ha salvado, ve en paz.

A los pies de Jesús siempre hay un lugar para el humilde de corazón, para quien reconoce que Él es el Hijo de Dios y el único que puede perdonar nuestros pecados. A sus pies hay un lugar esperando por tí.

lunes, 1 de diciembre de 2008

PANQUEQUES ...




El pequeño Luis, de seis años, decidió una mañana prepararle “pancakes” a sus papás para desayunar.Encontró un gran tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo.
La mitad del paquete quedó desparramada entre la mesa, la silla y el suelo. Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón, después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes. Además había ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina, dejadas por él y su perrito.
Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse. Él quería darle una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había que agregar a la pasta, o si había que hornear los “pancakes”, pues ni siquiera sabía cómo usar el horno.
Cuando miró otra vez la mesa, su perrito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa, pero por accidente derramó la botella de leche y además se quebraron unos huevos que había sobre la mesa al caer al suelo.Intentó agacharse para limpiar, pero se resbaló y quedó con toda su pijama pegajosa, llena de harina y huevo. En ese momento, vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lágrimas se asomaron a sus ojos. Él solo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre.
Estaba seguro de que su papá lo iba a regañar y muy posiblemente, castigarlo. Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin importarle llenarse él mismo de harina y huevo.
“Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin querer terminamos haciendo un desastre.Discutimos y peleamos en familia, insultamos a un amigo, hacemos mal nuestras obligaciones, y desordenamos nuestra vida.
Otras veces, sólo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer.
Entonces, es cuando Dios nos toma en sus brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad.Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de “preparar pancakes” para Dios o para alguien especial.
Tarde o temprano lo lograremos y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos.”
Dios no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Salmos 103:10.